miércoles, 13 de febrero de 2013

¿Cuántas veces has sentido el placer de envejecer un libro?


No hace falta que sea una gran encuadernación. Casi es preferible la tapa blanda, la edición barata o de bolsillo. Ese ejemplar de una obra archiconocida, remanoseada. Hojear. Marcar una página. Buscar una cita. Releer un párrafo casi sabido de memoria pero que persigues porque prefieres volver a leer para no equivocar o cambiar ninguna de sus palabras. Detenerse en un a línea, en un verso, al azar. Buscar ese momento que te mantuvo en su lectura, con el alma en vilo, sin poder dejarlo. Viajar con él. Viajar en él. Siempre está en la estantería al primer vistazo. Con su lomo destartalado. El color desvaído. Las páginas que amarillean. Alguna rasgada. Podrías sustituirlo por otro ejemplar. Una nueva edición. En mejor estado. Prefieres pegarlo. Una cinta adhesiva y sigue vivo.

¿Cuántas veces has sentido el placer de envejecer un libro?


Muchas gracias, Paco Castro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario