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La letra impresa como techumbre
"Imaginemos que
nos encontramos en una sala oscura de algún centro de arte contemporáneo. En
ella se muestra una instalación visual y sonora a base de palabras, de frases
deslavazadas. Las palabras pronunciadas te envuelven y, oh, las que se
proyectan generan ellas mismas una especie de área de protección y coherencia.
Lo mismo ocurre en el mundo académico con palabras como materias troncales,
plan antiguo, bolsa de empleo, créditos de libre elección, registro, sección de
convalidaciones, reprografía, pruebas de acceso y coordinación de matrícula.
Con esas, pero también con todas las que tradicionalmente figuran en los miles
de carteles a cuatro tintas pegados a las farolas del campus, en la puerta de
cualquiera de las cafeterías o en el vicerrectorado de alumnos (¿qué demonios
es un vicerrectorado de alumnos?); aunque ahora una pantalla electrónica en
acción trate de combatir el exceso de folletos y carteles en dicho
vicerrectorado.
Muchos de los
carteles que pugnan por la atención de los estudiantes nos hablan de la tan
resobada “posibilidad de un futuro mejor
“. Cuánta lengua inglesa presente en
esos cursos: Mindfulness, Social Media, Community Manager, Internship
programme, Master en Entrepreneourship…
Aunque para combatir la presencia del inglés basta con que salgan de sus
garitas los bedeles y las auxiliares administrativas y, a grito pelado, se
comuniquen en su propia lengua solipsista e incombatible, a años luz de la que
todavía mueve el mundo.
Por lo que veo,
la evolución dawiniana en relación con el papel no ha tenido aún lugar en la
Complutense: el canutillo y la espiral se siguen empleando; lo digital no
prima. El único gran paso adelante que detecto está relacionado con el tráfico
de apuntes: la obtención del apunte como deporte olímpico universitario ha
terminado. Los tiempos en los que se llegaba a pagar dinero por lo apuntes del
compañero pulcro, como si estuvieses comprando una entrada buena de reventa
para un espectáculo único quedaron atrás. Hoy, los profesores ceden sus propios
apuntes desde el primer día de clase. Se pueden obtener imprimiéndolos desde
unos ordenadores situados en la sala de reprografía (…).
(Se siguen encuadernando tesis doctorales en cuerina azul marino o
marrón. Si se hiciese un estudio de la idiosincrasia económica propia del
barrio de Moncloa se llegaría a la conclusión de que un alto porcentaje de la
riqueza generada en la zona procede de sus papelerías-reprografías, que tienen,
desde hace veinte años, el surtido más completo de bolígrafos, rotuladores y
cuadernos de toda la ciudad)".
Cebrián, Mercedes. “Gaudeamus porque no nos queda otra” en Madrid, con perdón. Madrid: Caballo de
Troya. 2012 ( pp. 50-51).
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