domingo, 2 de junio de 2013

Ser de letras en la Complu


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La letra impresa como techumbre

"Imaginemos que nos encontramos en una sala oscura de algún centro de arte contemporáneo. En ella se muestra una instalación visual y sonora a base de palabras, de frases deslavazadas. Las palabras pronunciadas te envuelven y, oh, las que se proyectan generan ellas mismas una especie de área de protección y coherencia. Lo mismo ocurre en el mundo académico con palabras como materias troncales, plan antiguo, bolsa de empleo, créditos de libre elección, registro, sección de convalidaciones, reprografía, pruebas de acceso y coordinación de matrícula. Con esas, pero también con todas las que tradicionalmente figuran en los miles de carteles a cuatro tintas pegados a las farolas del campus, en la puerta de cualquiera de las cafeterías o en el vicerrectorado de alumnos (¿qué demonios es un vicerrectorado de alumnos?); aunque ahora una pantalla electrónica en acción trate de combatir el exceso de folletos y carteles en dicho vicerrectorado.

Muchos de los carteles que pugnan por la atención de los estudiantes nos hablan de la tan resobada  “posibilidad de un futuro mejor “.  Cuánta lengua inglesa presente en esos cursos: Mindfulness, Social Media, Community Manager, Internship programme, Master en Entrepreneourship…  Aunque para combatir la presencia del inglés basta con que salgan de sus garitas los bedeles y las auxiliares administrativas y, a grito pelado, se comuniquen en su propia lengua solipsista e incombatible, a años luz de la que todavía mueve el mundo.

Por lo que veo, la evolución dawiniana en relación con el papel no ha tenido aún lugar en la Complutense: el canutillo y la espiral se siguen empleando; lo digital no prima. El único gran paso adelante que detecto está relacionado con el tráfico de apuntes: la obtención del apunte como deporte olímpico universitario ha terminado. Los tiempos en los que se llegaba a pagar dinero por lo apuntes del compañero pulcro, como si estuvieses comprando una entrada buena de reventa para un espectáculo único quedaron atrás. Hoy, los profesores ceden sus propios apuntes desde el primer día de clase. Se pueden obtener imprimiéndolos desde unos ordenadores situados en la sala de reprografía (…).

(Se siguen encuadernando tesis doctorales en cuerina azul marino o marrón. Si se hiciese un estudio de la idiosincrasia económica propia del barrio de Moncloa se llegaría a la conclusión de que un alto porcentaje de la riqueza generada en la zona procede de sus papelerías-reprografías, que tienen, desde hace veinte años, el surtido más completo de bolígrafos, rotuladores y cuadernos de toda la ciudad)".

Cebrián, Mercedes. “Gaudeamus porque no nos queda otra” en Madrid, con perdón. Madrid: Caballo de Troya. 2012 ( pp. 50-51).

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